Sexo, drogas y micrófonos ocultos


Aunque parezcan delirios alucinógenos de cualquier novela de James Ellroy, es una realidad documentada: el FBI y otras ramas del Gobierno estadounidense investigaron a intérpretes de rock, folk o pop.

El historiador italiano Mimmo Franzinelli en su reciente libro "Rock & servizi segreti" acaba de hacer público cuáles fueron los interés del FBI por la farándula durante los años 50tas y 60tas, interes que derivaba de su fundador, J. Edgar Hoover, quien asumía que cualquier información daba poder.

Asimismo, mientras los trapos sucios de Frank Sinatra servían para presionar a los Kennedy, que compartían su debilidad por la carne femenina, los criterios del director de la Oficina Federal de Investigación eran misteriosos; del showman Liberace no se registró su homosexualidad sino su afición a las apuestas clandestinas.

Durante la explosión de la contracultura a mediados de los sesenta, hippies y estudiantes universitarios de todo calibre tomaron las calles, así no pasaba inadvertida la famosa frase de Jim Morrison y The Doors: "queremos el mundo y lo queremos ahora". Muchos pretendían graduarse de la retórica a la acción. Grace Slick, cantante de Jefferson Airplane, estudió con la hija de Richard Nixon; invitada a la Casa Blanca, se presentó con el activista Abbie Hoffman: planeaban deslizar LSD en la copa del presidente.

Con estos antecedentes y el gusto por las drogas de los pillados muchos rockeros ingresaban no sólo al selecto grupo de estrellas del rock, sino tambien a las listas de "sospechosos a vigilar", labor que para el FBI se hacia cada vez mas simple.

De otro lado, durante la inquina de la Administración de Nixon contra John Lennon, el FBI desarrolló una campaña de espionaje y hostigamiento, en la creencia de que el ex beatle lideraba actividades revolucionarias y que debía ser expulsado de Estados Unidos. No había xenofobia: se acosó igualmente al director y compositor Leonard Bernstein.

No crean que semejantes tácticas eran exclusiva de Washington. En Rock & servizi segreti, Franzinelli recuerda que Fabrizio de André, hoy entronizado como una de las glorias de la música italiana, fue controlado durante los setenta: la policía secreta sospechaba que compraba tierras para esconder a las Brigadas Rojas. Aparentemente, nadie observaba cuando el cantautor y su esposa fueron secuestrados por bandoleros sardos. Sufrieron cuatro meses de pesadilla, hasta que la familia pagó el rescate.

Fuente: El País


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