¡Que pase la gata..!!!


Los amores no correspondidos son aquellos que nos encadenan, nos llevan a soñar en el romance que para algunos puede significar la más fina característica del conocido “amor serrano”, o simplemente rememorar aquella vieja caricatura de antaño; Krazy Kat o la Gata Loca.
Al más fiel estilo de los programas de Laura Bozzo, Krazy Kat, tal vez sea un dibujo poético, el cual ocupa un lugar privilegiado en la memoria de aquellos, hoy jóvenes peruanos ochenteros, que a ritmo de noticieros matinales y coches bomba, despertaban para prenderse del televisor a las nueve de la mañana.

Todo comenzó en el año de 1910 cuando George Herriman, bosquejó una gata totalmente magullada por un ladrillazo que un insignificante y petulante ratón había lanzado, simplemente para llenar uno de los espacios de cierta historieta en la que, por aquel entonces, el dibujante trabajaba.

Sólo basto cuan tamaña y mal intencionada acción para que aquella romántica gata quedase flechada de una vez por todas de su panzudo amor platónico y así, de esta forma, se impregne en el mundo de la historia animada, uno de los amores más bizarros.

Por ello, la gata loca se centra en el famoso “Más me pegas, más te quiero”, muy nutrido por nuestra televisión peruana, y en cierto sadomasoquismo, que sin lugar a dudas se muestra mucho más entretenido a través de las sátiras que aquellos personajes.

Y es que, la gata loca sólo será de aquel ratón que literalmente la hace ver estrellas y que para ella cada golpe significa un acto de amor, dejando de lado los besos los abrazos y las caricias por el siempre ladrillo en la cabeza.

Así pues, no por menos nuestra santísima y bondadosa gatita, abocada a su queridísimo ratón Ignacio, quien posee las más exquisitas cualidades que toda gata puede buscar, al punto de traicionar su propia especie; arrogante, roedor, avaro, egoísta, cínico, violento, corrupto, misógino y antisocial, es decir toda una joyita de verdad.

Sin embargo, cabe resaltar que fue una de las pocas historietas que levantó la atención y la estima de algunos intelectuales de la época, como el poeta, pintor, ensayista y dramaturgo estadounidense Edward Estlin Cummings, quien además escribió el notable prólogo encomiástico para la primera recopilación de la obra.


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